El
desabastecimiento puede hacer que termines con un hombro dislocado. Eso fue lo
que le pasó a mi amiga Kiki el otro día, cuando en vez de quedarse tranquila en
su cola de banco, decidió unirse a la estampida que corrió tres pisos de a dos
escalones a la vez, para comprar latas de leche, que, de acuerdo a los rumores,
acababan de llegar al automercado.
Kiki es una
persona desconfiada. En un principio pensó que había sido algún vivo que quería
que todos se fueran de allí para poder hacer su diligencia bancaria rapidito.
Decidió que no caería en la trampa y se quedó tranquilita, pero, cuando vió que
las quince personas que estaban delante de ella salían corriendo del banco,
empezó a pensar que la inconsciente era ella y, no había tenido tiempo de
recuperarse de los empujones de las personas que corrían enloquecidas hacia el
mercado cuando la cajera cerró la ventanilla para irse detrás de los otros .
Ya ante esa acción,
Kiki decidió que debía correr hacia la leche, dejando a un lado el
insignificante detalle de que en su casa, sus hijos no toman leche en polvo y
que además ya había comprado tres
potes en diferentes estampidas. Así, con gran determinación, Kiki finalmente
pudo sacarle provecho a la maravillosa condición física en que se encuentra
gracias a sus clases de bailoterapia y al Nintendo Wii de sus muchachos y
comenzó a correr por el Centro Comercial a una velocidad envidiable, dejando
atrás a varias señoras mayores y a todas las madres con coches. Finalmente, llegó
al mercado, se dirigió con determinación al tumulto que luchaba por las latas,
y, al darse cuenta de que le sería casi imposible conseguir una de las cuatro o
cinco latas que quedaban, tuvo una inspiración divina y, con toda la fuerza de
sus pulmones dió un grito esperanzador: "En el otro pasillo están sacando
harina".
En vez de
harina, parecía que hubiera dicho que estaban regalando oro. Enseguida todos
corrieron hacia el pasillo de al lado y Kiki pudo correr y llevarse un pote de
leche antes de que descubrieran que no era verdad y vinieran a lincharla.
Ya en la caja, y
con algo de remordimiento por haber tenido que usar una "mentirilla"
para lograr su objetivo, Kiki esperaba para pagar aferrada a su pote de leche
cuando, una señora furiosa y protestando porque no había encontrado harina,
chocó con el carrito a otra señora gorda
que estaba parada haciendo su cola. La pobre chocada salió volando,
directo hacia Kiki, quien se vio
en una importante disyuntiva: soltar la lata de leche y tratar de atajar a la
señora, o prepararse para recibirla sin soltar la lata. La decisión era obvia:
la lata de leche no debía soltarse bajo ninguna circunstancia.
Kiki, con una
suerte de flema inglesa vio volar a aquella enorme mujer por los aires y la
recibíó con una sola mano. La señora quedó viva y Kiki no perdió su lata de leche. Solamente se dislocó el
hombro con el peso de la mujer, pero a ella no le importa…ahora en su despensa
hay cuatro latas de leche !




