sábado, 21 de enero de 2012

NO LE CUENTES A NADIE QUE FUI AL “HIPNOTIZADOR”


De los pocos momentos gratificantes de la rutina, es esa paradita en el kiosko a comprarse una chuchería, lo malo es lo que cuesta después quitarse los kilos que esa costumbre va dejando.
El otro día me enteré de un “hipnotizador” que podía alejarme de los dulces para siempre y enseguida se lo anuncié a mis amigas. Todas querían ir. Era domingo. Raúl, el esposo de Federica quería hacer una parrilla ese día. Para poder escaparse, Federica le dijo que se había muerto la abuelita de su comadre y que, aunque no le encantaba la idea, tenía que ir a la funeraria. Ya en el carro, se dió cuenta de que su comadre también estaba invitada a a la parrilla y tuvo que llamarla corriendo para que no fuera…con la buena suerte que la comadre, en lugar de ponerse brava nos pidió que también la buscáramos a ella. Lo hicimos con la condición de que convenciera a su esposo de no decirle nada a Raúl.
Maritza, que es maestra, se llevó unos lentes oscuros porque no quería que nadie supiera que estaba allí. Al llegar, lo primero que nos encontramos fue a tres de sus alumnas de quinto año que la saludaron con nombre y apellido.
Por otra parte Eugenia llegó buscando algo de comer. En el apuro por llegar a tiempo la hicimos salir de su casa sin almuerzo. Estaba muerta de hambre y lo único que había abierto era un kiosko. Con gran verguenza, tuvo que comerse un enorme chocolate y una refresco delante de 300 personas –unas más gordas que otras- que la veían, unos con envidia y otros con cara de “esta ya perdió los reales antes de empezar”.
Una vez solventados los pequeños contratiempos la sesión empezó. Con gran seriedad oímos nuestra charla y nos hipnotizamos. Compramos unos CD para reforzar las ideas e hicimos un pacto de portarnos muy bien y de no contárselo a nadie hasta vernos al mes para comprobar los resultados.
Un mes después nos encontramos, para llegar a la conclusión de que la vida real conspira constantemente contra nuestra belleza.
Federica no es experta en computación. No sabe bajar los discos en la computadora y por lo tanto, decidió buscar un simple reproductor de Cd`s. Quedó traumatizada. El aparato parece ser tan obsoleto que cuando pregunta por él en las tiendas, los vendedores se ríen de ella. Uno le ofreció cambiarle una mula por su carro. Después de ese día decidió que moriría sin oír su sesión de hipnosis antes de seguir exponiéndose al ridículo. Hasta ahora, su peso sigue igual.
Por su parte, Maritza, feliz porque bajó 3 kilos rapidísimo, se dedicó a comer y  engordó 5, es decir, ahora tiene 2 kilos más que cuando fué a hipnotizarse.
Eugenia había logrado sobrellevar los obstáculos. Como pasa todo el día en la calle, decidió oir los CD en el carro, pero la voz la regañó y le dijo que no operara maquinarias ni manejara en estado de hipnosis. Como tampoco sabe pasar los discos a un ipod, consiguió un reproductor, lo puso en alto antes de dormir y su esposo la amenazó con un divorcio sin pensión si cada noche iban a dormir arrullados por aquella voz masculina haciéndoles saber que “ahora odiaban los dulces”. Luego consiguió unos audífonos pero se quedaba dormida cuando tenía que mantener los ojos abiertos. Finalmente, decidió que el destino se empeñaba en que fuera una gordita despierta y no una flaca hipnotizada.
La conclusión fue unánime: decidimos buscar un curso de hipnotizadores. De esa manera, planeamos sugestionar a los demás para que nos vean flacas-estemos como estemos-. 

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