sábado, 21 de enero de 2012

SER FELIZ ES UN PASTICHO


Esta mañana, mientras manejaba, escuché a un señor decir en la radio que nos habían enseñado a ser buenos pero no a ser felices y que generalmente, el que hacía lo posible por ser feliz terminaba siendo considerado loco por la gente.
El argumento del señor me pareció totalmente razonable y enseguida comencé a analizar mi caso: yo soy muy buena persona pero no me gusta cocinar, entonces, si cocinar no me hace feliz ¿qué hacer? ¿Pasar la vida sintiéndome buena e infeliz cocinando sin ningún entusiasmo, o  buscar la felicidad “no cocinando”?
Esto me llevó a la siguiente pregunta:¿Qué hay de malo en comprar comida preparada? ¿Quién decidió implementar esa suerte de “religión” donde todas las mujeres tenemos que sentirnos mal si nuestra familia se tiene que comer algo preparado afuera de la casa?
Pongamos el complicado caso de un pasticho.
Si una familia quiere comerse un pasticho, una mujer que no ame la cocina debería limitarse a salir de su casa, dirigirse hasta cualquier “Deli” reconocida por preparar un buen pasticho  y con hacer un simple cambio de dinero por objeto del deseo ya su familia podría comer divino. Claro, cualquier machista o “mujer perfecta” pensará que eso es flojera, que no es lo mismo, que no está hecho con amor…pero es allí donde levanto mi ensayo para probar lo contrario:
Primero, no es flojera, pues igualito la señora tiene que sacar el carro o tomar un transporte público e ir a buscar su buen pasticho esté donde esté, así que, lamento estar en desacuerdo pero, flojera ¡no es!
Luego, el mercado está carísimo. Si la señora en cuestión va a comprar de aquí para allá tomates, carne molida, ingredientes para una bechamel, etc, etc, igualito se va gastar un dineral y un tiempo bárbaro, mientras el que vende pastichos listos compra sus guacales al mayor, bien fresquitos y más baratos, así que tampoco es verdad que el pasticho casero salga más barato.
Después viene lo más grave: ¿Cómo pretende la gente que alguien a quien no le gusta cocinar prepare algo tan complicado como un pasticho y que encima lo haga “con amor”? ¿Quién que no sepa cocinar puede preparar a la vez un sofrito para una carne molida, en paralelo, en otro sartén, mezclar harina con mantequilla para una bechamel, en una olla aparte poner a hervir 500 lajitas de pasta… cocinar a la vez la carne y estar pendiente de que no se ahume la crema, evitar que la pasta quede muy blanda, al mismo tiempo preparar un molde y armar toda aquella obra arquitectónica, rociarla con quesito y además sentarse frente al horno a vigilar que después de tanto trabajo no se le vaya ocurrir quemarse al dichoso preparado. ¿Cuántas horas de trabajo implica todo eso? Entre mercado, preparación y horno no menos de 8 o 10 horas.
Entonces viene una pregunta más seria aún: Si esta señora es por ejemplo, ex abogada entregada “por amor” a ser madre y calculamos que las horas que la mujer le ha dedicado a ese pasticho se las hubiera dedicado al derecho, ¿Cuánto dinero hubiera ganado la señora? … o volteando la pregunta: ¿Cuánto dinero ha dejado de ganar esta pobre mortal por estar haciendo un pasticho que a lo major nisiquiera le queda sabroso? Ahhh! Es muy fácil hablar mal de los demás, pero definitivamente, a las mujeres que no nos gusta cocinar eso de ser buenas y felices al mismo tiempo se nos ha vuelto un verdadero pasticho…  

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