sábado, 21 de enero de 2012

EL TIEMPO TE CURA DE LA FLACURA



El encanto de todos por la flacura es algo que ya se me está haciendo pesado. Considero tremendamente injusto eso de que sea fácil estar flaco cuando tu metabolismo está joven y que justo cuando cumplistes más años y más lo necesitas, el entonces ya está viejo y te abandona a tu suerte, dando paso a la “no flacura”.
Cuando teníamos 15 años, mis amigas y yo podíamos pasar una semana sin comer sólo por culpa de alguna “emoción extrema”.  Un ejemplo clásico de emoción extrema era tener una fiesta el sábado o que el muchacho que nos gustaba nos hubiese dirigido la palabra en la playa tres semanas atrás. 
Con el tiempo, las cosas van cambiando. Cada vez que tenemos una “emoción extrema”, mis amigas y yo nos refugiamos en un chocolate. Claro, las emociones extremas oscilan entre temas tales como: “a mi hijo lo rasparon en 7 materias” o “se fue la luz en la casa y se quemaron todos los aparatos eléctricos”.
Definitivamente, los tiempos cambian a las personas. A los 15 años, nos mataba del interés un artista, una película o un varón que pisara el colegio de monjas. Ahora, la alaraca se arma es cuando una de nuestras amigas aparece con 10 kilos menos. Enseguida todas nos acercamos a ella y empieza el clásico interrogatorio: ¿Qué te hiciste, fue el balón o el by pass gástrico? ¿Te engrapaste el estómago o estás tomando merengadas de proteína?
Una vez, pasamos una pena grandísima cuando Lucrecia, la interrogada, nos contestó: “Es que Fernando se fue con su secretaria, me dejó sin un centavo y con los cuatro muchachos. Todavía no supero la depresión”.  Varias nos quedamos mudas, hasta que la imprudente de Celina tuvo a bien emitir su opinión: “Pues lástima que no se fue antes…¡En tu vida habías lucido tan estupenda!” Mientras los ojos de nuestra delgada amiga se desorbitaban ante el comentario, Cristina salió diligente a reparar el error: “Si te mantienes así de bella, seguro que te consigues a un millonario que quiera adoptar a Fernandito y a los trillizos!”... No me extrañó ver a la pobre Lucrecia tomarse de un sólo golpe la copa de vino que le acababan de llenar.
Todos queremos estar flacos, pero a medida que pasa el tiempo la cosa se complica, pues el espíritu de sacrificio  s vuelve indirectamente proporcional a la velocidad del  metabolismo. En otras palabras, tienes menos ganas de comer yogurt descremado que cuando tenías 15 años y tu metabolismo tiene menos ganas de ayudarte a estar bella.
En su lucha contra los kilos, mi amiga Margarita hizo un descubrimiento genial: consiguió un cinturón que vibra y con poderosas emisiones eléctricas “mata grasa y rollos indeseables”. Este cinturón sólo tiene dos problemas: uno, que tiene que enchufarse a la pared, así que no puede moverse muy lejos de la televisión y  ella no puede ver televisión sin sus bombones favoritos. El otro, es que la pone a “vibrar” completa. Si cuando la llamas por teléfono te contesta como tartamuda, de seguro está lidiando con su “cinturón vibrador”. Total, que siempre terminamos llegando a la misma conclusión: “A-a-a-miga,me dice, e-e-esto de e-e-estar a dieta n-n-no es na-na-nada f-f-fácil !”

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